LA ESTRELLA FUGAZ
Era la noticia del día: por la noche ocurriría una lluvia de estrellas fugaces. Beatriz nunca había visto una estrella fugaz, pero sí sabía que, al verla, se puede pedir un deseo y este se cumplía.
El colegio empezaba en unos días y Beatriz estaba preocupada por su hermana de seis años, que no tenía ganas de asistir a su primer día de colegio. Estaba triste porque no vería a sus amiguitas y asustada porque su primo le había dicho que sólo te dejaban muchas tareas y que aprender a escribir era todo un lío.
Beatriz trataba de consolarla explicándole que aprendería jugando, y que muchas de sua amiguitas de la guardería también irían al colegio.
Sin embargo, su hermanita continuaba asustada. Beatriz decidió quedarse mirando al firmamento hasta que viera aparecer una estrella fugaz. Ella confiaba en lo que le había contado su abuelito sobre ellas, porque los abuelitos nunca mienten.
Espero una hora tan larga que los ojos empezaron a cerrársele, iba a marcharse a dormir, hasta que de pronto un puntito brillante cruzó el cielo y, cerrando los ojos, pidió su deseo.
Al día siguiente, sus padres las llevaron al parque a jugar. Hacía un día espléndido y Mariana y Beatriz decidieron jugar al escondite. Mariana aceptó ser la primera en esconderse, corrió y corrió y encontró un pequeño árbol en cuyo interior había una puertita, sintió curiosidad y entró.
La puertita daba entrada al mundo de los números y las letras. Un goloso número 0 estaba embadurnado de helado de chocolate y fresa, el número 9, el 6 y el 2 estaban jugando a saltar la soga. Al otro lado, detrás de unos arbustos, las vocales jugaban a la ronda. Mariana se quedó boquiabierta, lanzó un “¡oh!” tan enorme que se percataron de que un humano había entrado en su mundo.
Ellos jamás habían visto una niña, ni niños ni adultos, por lo que se quedaron asombrados. Ella no podía creer que las letras y los números fueran vivientes. Todos se quedaron en silencio, hasta que uno de ellos grito: “¡una intrusa, una intrusa! Escapemos de la intrusa” y corrieron a esconderse.
Mariana, con una sonrisa, les tranquilizó diciendo que no les haría daño, jamás había hecho daño a nadie y, más confiados, todos salieron a presentarse. Fue la presentación más graciosa que nunca había visto, porque en el mundo de los números y las letras, para que uno aprenda sus nombres, debe hacerlo jugando y detrás de cada uno hay una historia- Y así pasaron las horas, jugando y riendo y comiendo mucho helado de chocolate, porque el número 0 tenía muchas cajas guardadas.
Hasta que Mariana se acordó de que su hermana la estaba buscando, se despidió de ellos y prometió traer la próxima vez a su hermana Beatriz.
Los números le dieron una foto como recuerdo. Mariana, contenta, se marchó y, al ver que Beatriz aún la estaba buscando, le contó lo de la puertecita y sus nuevos amiguitos y le dijo que tenía muchas ganas de ir al cole.
El colegio empezaba en unos días y Beatriz estaba preocupada por su hermana de seis años, que no tenía ganas de asistir a su primer día de colegio. Estaba triste porque no vería a sus amiguitas y asustada porque su primo le había dicho que sólo te dejaban muchas tareas y que aprender a escribir era todo un lío.
Beatriz trataba de consolarla explicándole que aprendería jugando, y que muchas de sua amiguitas de la guardería también irían al colegio.
Sin embargo, su hermanita continuaba asustada. Beatriz decidió quedarse mirando al firmamento hasta que viera aparecer una estrella fugaz. Ella confiaba en lo que le había contado su abuelito sobre ellas, porque los abuelitos nunca mienten.
Espero una hora tan larga que los ojos empezaron a cerrársele, iba a marcharse a dormir, hasta que de pronto un puntito brillante cruzó el cielo y, cerrando los ojos, pidió su deseo.
Al día siguiente, sus padres las llevaron al parque a jugar. Hacía un día espléndido y Mariana y Beatriz decidieron jugar al escondite. Mariana aceptó ser la primera en esconderse, corrió y corrió y encontró un pequeño árbol en cuyo interior había una puertita, sintió curiosidad y entró.
La puertita daba entrada al mundo de los números y las letras. Un goloso número 0 estaba embadurnado de helado de chocolate y fresa, el número 9, el 6 y el 2 estaban jugando a saltar la soga. Al otro lado, detrás de unos arbustos, las vocales jugaban a la ronda. Mariana se quedó boquiabierta, lanzó un “¡oh!” tan enorme que se percataron de que un humano había entrado en su mundo.
Ellos jamás habían visto una niña, ni niños ni adultos, por lo que se quedaron asombrados. Ella no podía creer que las letras y los números fueran vivientes. Todos se quedaron en silencio, hasta que uno de ellos grito: “¡una intrusa, una intrusa! Escapemos de la intrusa” y corrieron a esconderse.
Mariana, con una sonrisa, les tranquilizó diciendo que no les haría daño, jamás había hecho daño a nadie y, más confiados, todos salieron a presentarse. Fue la presentación más graciosa que nunca había visto, porque en el mundo de los números y las letras, para que uno aprenda sus nombres, debe hacerlo jugando y detrás de cada uno hay una historia- Y así pasaron las horas, jugando y riendo y comiendo mucho helado de chocolate, porque el número 0 tenía muchas cajas guardadas.
Hasta que Mariana se acordó de que su hermana la estaba buscando, se despidió de ellos y prometió traer la próxima vez a su hermana Beatriz.
Los números le dieron una foto como recuerdo. Mariana, contenta, se marchó y, al ver que Beatriz aún la estaba buscando, le contó lo de la puertecita y sus nuevos amiguitos y le dijo que tenía muchas ganas de ir al cole.
2 comentarios:
Un cuento precioso para comenzar el curso. Muchas gracias por seguir nuestro blog. Tenéis abierta la participación para cuando queráis
Un cariñoso saludo de Pilar y Begoña
Muchas gracias es un placer, vuestro blog me encanta, un beso
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